martes, 19 de febrero de 2013

“Los Gobiernos ingleses han creado un vertedero social”


http://www.diagonalperiodico.net/culturas/gobierno-creo-vertedero-social.html

El periodista Owen Jones analiza en su obra ‘Chavs. La demonización de la clase obrera’ el aparato ideológico que ha defenestrado a la clase trabajadora en Reino Unido a costa del mito del mérito individual.


Si eres pobre, es por tu culpa. Si no, vamos a reírnos de ellos. Cuando el joven periodista Owen Jones escuchó en una reunión de amigos un chascarrillo clasista en un lugar en que cualquier comentario socialmente incorrecto hubiera sido rápidamente amonestado, fue consciente de hasta qué punto la demonización de la clase trabajadora había penetrado en gran parte de la sociedad británica. Desde el thatcherismo hasta hoy, pasando por el neolaborismo blairista (del que Margaret Thatcher aseguró que materializó su mayor logro político, al hacer a su enemigo político histórico cambiar de opinión, esto es: pensar como los tories), el mantra en Gran Bretaña es que la clase social no existe y la pobreza es resultado de disfunciones de carácter tales como la falta de ambición o la pereza, de manera que la conclusión es clara: el sistema no tiene fallos estructurales que corregir, las oportunidades están en tu mano.
Chavs. La demonización de la clase obrera propone, con estilo ameno y nada académico, interesantes disecciones sobre cómo la meritocracia lleva implícito el mensaje de que hay que ascender individualmente en la escala social y de que la clase trabajadora es algo negativo. Se destruye la identidad de clase como colectivo, y de la clase trabajadora en particular. Es la mano invisible que abofetea entre divertida y asqueada a cajeras y reponedores de supermercado, cuidadoras, teleoperadores o empleadas de restaurantes de comida rápida. El clasismo que en España se abre con la frase “menos mal que no somos como esa gente” y en el que combinamos con ibérica tradición el desprecio más indiferente con el machismo de haber acuñado un término especialmente diseñado para multitud de chicas privadas de oportunidades. En Gran Bretaña, mientras, el libro de Owen Jones, editado ahora en nuestro país por la editorial Capitán Swing, puso el dedo en la llaga clasista sobre estos, para algunos, Council-Housed And Violent (violentos de protección oficial) justo antes de los disturbios de agosto de 2011.
Dices que el asalto ideológico a la clase trabajadora comenzó con el thatcherismo en 1979 y duró décadas durante las cuales se ha borrado la solidaridad interna entre miembros de esta clase. ¿Qué fases identificas en el proceso?
El thatcherismo explotó la crisis de los ‘70 convirtiéndola en ventaja para las clases altas y como arma contra el laborismo. Los sindicatos fueron derrotados con las leyes más restrictivas del mundo occidental o en  huelgas como la de los mineros en 1984/85, o incluso con el desempleo masivo, que es una herramienta de desmoralización más que de dinamismo. A la vez, Gran Bretaña experimentó la mayor oleada de desindustrialización occidental, dejando sin trabajo seguro hasta hoy a comunidades enteras. El thatcherismo impulsó una economía basada en empleos parciales, temporales e inestables. La venta de viviendas estatales significó que su remanente quedó para los más necesitados, y los gobiernos trataron a éstas como un vertedero social. Como resultado, las clases trabajadoras se dividieron y fragmentaron al máximo.
¿Hay un objetivo de demonizar el Estado del bienestar a través de la demonización de la “gente que vive a costa del Estado”?
Hay un intento sistemático por parte del actual gobierno y de sus medios aliados de pintar a los desempleados y subvencionados como gorrones que viven a expensas del gasto público. La realidad del parado desempleado ha desaparecido del primer plano. Y más aún, hay una campaña para volver a los empleados pobres contra los desempleados. El argumento es, básicamente: “Te lo han quitado, y a tu vecino de menos méritos deberían quitárselo también”. Algunos políticos hablan de “bregadores contra apalancados”. Es crucial que la izquierda combata esta demonización dando una plataforma a los que se consumen en el desempleo.
¿Es el término ‘Chav’ una forma del poder hegemónico para establecer lo que es aceptable y no en el actual modelo?
El término es un síntoma del intento de convertir problemas sociales, como la pobreza y el desempleo, en fallos individuales. Es muy útil para el capitalismo, cierra el apartado de críticas al sistema sobre la base de que lo que hay que combatir son las faltas de cada uno, que se muestran como únicas causas.
¿Por qué este odio se ha convertido en socialmente aceptable?
Por esa guerra contra la clase trabajadora que emprendió Gran Bretaña desde los ‘70. Por el barrido mediático que ha sufrido la clase trabajadora en antena. Por el hecho de que la política y los medios estén tan dominados por personas de entornos privilegiados. Por lo desigual en que se ha convertido el país y la necesidad de racionalizar y justificar esa desigualdad.
A veces, el odio y la mofa proceden de personas que se sitúan en la izquierda política. ¿Qué peculiaridad esconde esto?
Hay progresistas que pondrían el grito en el cielo contra la homofobia, el sexismo o el racismo, pero que son aquiescentes en lo tocante al desprecio de clase. Es una muestra de cómo es el funcionamiento de las sociedades clasistas y desiguales: incluso aquellos que combaten contra la injusticia se ven infectados por el desprecio de clase.
Este odio procede también de la creencia de situarse a uno mismo en la clase media. ¿Cómo se articula el ingreso y la pertenencia a una clase?
Depende de qué derive tu ingreso. Si deriva del trabajo para otros, y no tienes control sobre ese trabajo, entonces eres clase trabajadora.
¿Cuál es el rol del crédito en la falsa construcción de la clase media? Quizá es una de las claves por las que millones de personas odian en lo que se están convirtiendo, o lo que nunca dejaron de ser…
Los políticos y los medios de comunicación han promovido la idea de que todo el mundo debería aspirar a convertirse en clase media y aquellos que no lo consiguen son, de alguna manera, personas fallidas. El crédito tuvo su boom antes de la crisis en parte porque los estándares de vida de las personas comenzaron a declinar antes de que Lehman Brothers se estrellase, pero también a causa de la promoción de estilos de vida hiperconsumistas asociados con la idea del éxito de la clase media.
¿Tan vital es el papel de los medios de comunicación en lo tocante a esta demonización de la clase trabajadora?
Es absolutamente clave. Los medios están dominados por periodistas de procedencia privilegiada que nunca se han mezclado con personas menos acomodadas: ese es el porqué de la caída de los periódicos locales, de la proliferación de prácticas no remuneradas que sólo personas con dinero pueden permitirse realizar y de la creciente necesidad de caros estudios de posgrado en el periodismo profesional. Los medios de comunicación eliminan del foco la existencia de la clase trabajadora real, promoviendo en su lugar la idea de que todos somos de clase media a excepción de una problemática rémora de la vieja clase trabajadora.

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